Hasta de los Nombres de los Perros del Pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice me Acuerdo

Abr 25, 2018

Hasta de los Nombres de los Perros del Pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice me Acuerdo
Me da mucho gusto leer, todo lo referente a San Jerónimo Aculco Lídice, lo que escribieron: Santiago Heredia, los hermanos Manuel y Virginia Martínez Salazar, Rosa Siria Vertiz Vara, lo de Marcelo el boxeador. Me hicieron transportar a mi niñez, son muchos los recuerdos que guardo, tantos que escribiría un libro, ya que yo nací […]

Me da mucho gusto leer, todo lo referente a San Jerónimo Aculco Lídice, lo que escribieron: Santiago Heredia, los hermanos Manuel y Virginia Martínez Salazar, Rosa Siria Vertiz Vara, lo de Marcelo el boxeador.

Me hicieron transportar a mi niñez, son muchos los recuerdos que guardo, tantos que escribiría un libro, ya que yo nací antes que la mayoría de ellos. Por lo que respecta a Santiago Heredia, yo los conocí a él y a su hermano, cuando eran niños, somos casi contemporáneos. Creo que Santiago además de su hermano, también tenía una hermanita. Mi papá Flavio Santillán trabajaba como jardinero en la Guardería que estaba en la Betita, en la esquina de las calles Cuauhtémoc e Hidalgo, (que por cierto fue la casa de mi Bisabuelo José María Romero y ahí vivió mi abuelita Rosario Romero Medina y también mi mamá Isaura Retama Romero). Ya casada mi mamá y mi papa vivíamos casi en la esquina de Porfirio Díaz y la entonces llamada Av. Guerrero, hoy avenida San Jerónimo.

Yo le ayudaba a mi papa en ese trabajo de jardinería, de modo que ya de regreso del trabajo, como a las 5 de la tarde, pasábamos junto a la panadería de Don Enrique Heredia, no resistíamos el aroma de las conchas, no nos perdíamos la oportunidad de saborear una rica concha. El relato de Santiago Heredia me hizo recordar al «pico chulo», de los que tenían nombres raros: “El Abacú”, “el Memorio”, “el Margaro, “el Güilo” y “el Pichón” (se venían caminado a la escuela desde Lomas Quebradas.

También recuerdo a “el cerillo” (niño pelirrojo del Cerro del Judío), al «pata loca”; a Fernando “el carnicero” (el cofla) y su hermano Pepe; las niñas de la Casa Hogar: Lourdes “la flaquis”; Lidia Marmolejo, una güerita muy bonita que recitaba, “Mamá Soy Paquito No Haré Travesuras”, por cierto fue novia de mi hermano “Fili”; una creo era Rosita la novia de “el Cofla”; también me llega a la memoria un niño güerito de ojos azules que parece venía de Comalcalco Tabasco; se llamaba Cuauhtémoc, que después lo vi que cantaba ranchero al estilo de Luis Aguilar.

El relato de Santiago Heredia me hizo revivir la venta de manzanas agridulce con chile piquín, que vendían en la casa vecina de la escuela, la casa de una de las señoras del Sheriffe. Pero lo más rico que vendía Doña Juanita Moreno (que resultó ser pariente y nunca lo supe), ¡UNOS RICOS BARQUILLOS RELLENOS DE MERMELADA DE FRAMBUESA¡ para chuparse los dedos y sí, me acuerdo, ja, ja, de los cartones con chiclitos de los que nunca te sacabas la máscara o los premios, los que vendía Juanita.

Me acuerdo de Marcelino hijo de Juanita, que vendía gelatinas… también los hermanos Favila vendían gelatinas, ellos parece que todavía viven a la orilla del río, donde ahora es Luis Cabrera. Recuerdo a una gordita, mi compañera, llamada Bárbara, sobrina de Juanita, también tengo presente a Bernardo. Etcétera, etcétera.

De los hermanos de Manuel Martínez Salazar solo recuerdo a Lupita y a Felipe. Me gustó el árbol genealógico de Virginia, concuerda con lo que yo más o menos conozco; me llega a mi mente perfectamente Doña «Tacho» y de Don Manuel Martínez Romero tengo presentes sus botas y su cuerno de pólvora colgado en la pared, también de que trabajó en la Escuela Superior de Guerra. Sé que la tía María fue hermana de Don Manuel y de Dieguita; tengo muy vivo el recuerdo de Marcelina.

Leonila, Mache, Lucía, son las primas y mejores amigas de mi mamá “Chagüita”. Virginia no mencionó a la familia por parte de su mamá Licha. Recuerdo a su abuelo materno, militar, haciendo el aseo alrededor de la Escuela Superior de Guerra. Él tomaba su cerveza en la tienda de don Lencho Jiménez, o iba con mi abuelita Rosario y metía su cerveza en la ceniza del brasero, porque le gustaba la cerveza caliente. Recuerdo a su tío Juan “mezquinos”, por sus granos en las manos, desde entonces tiene un tic de cerrar los ojos; también me acuerdo de sus hermanos: “la güera” Maria Luisa, a Mario “el mestizo”, a Lupito.

De los otros hermanitos no me sé sus nombres. Recuerdo que Licha, tenía dos hermanas guapas, una falleció de una infección dentaria y otra ocasionalmente los visitaba, ellas eran hijas de la primer esposa del abuelo de Manuel. Nos gustaba jugar en la huertota donde vivía la familia Salazar Herrera, justo del otro lado de la de Dieguita Martínez y de Don Salvador Camacho, en un terreno que primero fue de Don Ricardo Alarcón y después de un avecindado de nombre Pablo Mejía. Recuerdo perfectamente al boxeador Arnulfo Palomares, yo tenía alrededor de 6 años cuando vi que se peleó en la calle con un señor de lentes, y lo noqueó, y por ahí fueron a dar sus lentes; y cuando entrenaban en la casa de Don Lorenzo, (no sabía que Don Lorenzo era hermano de don Eligio).

Suponía que él era hermano de Justinita, la que tenía una tiendita en contra esquina de Lencho. Escuchaba que los hermanos Marcelo, Pedro y Valente y un vecino Lupe Moreno (“el garrido» por cierto era un «maldito» travieso con nosotros y más porque sabía de trompadas, y ahora trata de regenerarse ayudando en la iglesia) se preparaban para el afamado torneo de los » guantes de oro». Rosa Siria, es de la familia de Magnolia casi esquina con la Av. San Jerónimo. Muy interesante su descripción.

Recuerdo a su Papá, pasaba con su ganado por la calle de Porfirio Díaz y a correrle, porque eran unos torotes. Yo los recuerdo como de color entre café y naranja. Recuerdo al mayor de los hermanos llamado Fernando, fornido y grandote, que se casó en ese tiempo con una muchacha bajita. A su Hermano Memo, a su otro hermano Gabriel que fue chofer de Luis Echeverría Álvarez, otra hermana que se llama Mercedes; de su Mamá que también despachaba en la tienda CEIMSA.

Cada vez que comprábamos en esa tienda nos daba timbres que eran acumulables, recuerdo que mi mamá una vez se sacó una cafetera de peltre color azul. También Rosa Siria me hizo recordar las vereditas y como se metían los cuidadores del curso del agua, a nuestra huerta, y no nos dejaban desviarla a nuestras plantas.

Creo que el primer empleado que tuvieron los Vertiz, fue «Adán», chaparrón muy bueno para los trancazos. “Las pingas” a las que se refiere Rosa Siria, eran las tías de Manuel: Josefina “la Pina», Margarita, “la Mollitas», Carmen. ¡Qué bárbaro, cuántos hijos tuvo “Pina”¡, 8 hijos, recuerdo cuando andaban de novios, a su esposo le decían «el Bugui» que era chofer de la línea 35, los camiones verde con trompa que iban de San Bernabé a la Merced, los General Anaya.

No sabía que los Salazar vienen de Tanhuato, Michoacán. Este lugar yo lo conocí, pues hice mi servicio social en un pueblito o ciudad de clima templado y empedrado, pero bonito, salía de la regadera agua tibia, no necesitabas calentarla para bañarte. Vendían unos quesos y unas cremas, que para que te cuento, a las orillas había un restaurant al aire libre, te vendía pescado blanco, caldo michi, un pescado bigotón, creo se llama bagre.

Pero el atractivo era una bebida, no sé si brandy, con coca cola, limas, limón etc.. que te servían en una cazuela; lo conocían como las “Cazuelas de Barocio” y estaba a las orillas del rio Lerma, colindando con Briseñas, Michoacán…No sé si exista todavía. Pues bien el pueblo se llama La Barca, Jalisco y quedaba Tanhuato como a media hora, yo tenía un amigo que elaboraba dulces de dulce macizo, llegué a verlo cuando los hacía, me comentaba, al estarle dando la vuelta a la cazuela de dulce, que el secreto está en saberle el» punto».

Regresando a San Jerónimo les comento que con la familia Nápoles, nos llevábamos bien, Don Ángel era bien cariñoso con los niños, a mi me decía «Tu Juan», a mis hermanos «Tu Fili». «Tu Esteban. Yo muy seguido iba a la casa de Catita y Don Ángel Nápoles, recuerdo que vendían refrescos y tenían una palapa muy padre a la entrada de la casa. Era costumbre de Catita ir a todos los sepelios de los vecinos. Fuimos al sepelio de «Jero» una hija de Don Eligio Palomares, hermana de los boxeadores, ella diario acarreaba agua del bitoque de Porfirio Díaz y la Av. Guerrero hacia su casa, pero murió muy joven, en ese tiempo se escuchaba un bolero que estaba de moda y cada vez que lo oigo me acuerdo de “Jero”, esa canción se llama «Gema».

También fui con Catita y su familia al sepelio de una señorita que se iba a casar con un vecino, pero murió ahogada en el pozo de su casa, ella vivía enfrente de la tía María Martínez Romero, me dijeron que la sepultaron con su vestido de novia. Mi primer viaje en tren de pasajeros fue organizado con la familia Nápoles, en el tren MéxicoCuernavaca, a Tres Marías, me llamó la atención ver los pinos y el ocote saliéndoles brea. Había huertas de manzanas, pero no me dejaron cortarlas.

En el camino vendían muchas jícamas del rumbo. El que a veces me caía mal era Lalo, como era el hijo único de Doña Catita y Don Ángel se portaba medio grosero, intolerante y cuando lo acusaba con Catita; en lugar de regañarlo a él, yo salía regañado y me decía «rajón»… Varias ocasiones Lalo nos llevaba a la casa que tenían en los ejidos, ese lugar estaba bien desolado y con milpas seconas y magueyes, estaba antes de llegar a la Escuela Primaria Héroes de Padierna.

Quién iba a pensar a lo que ha llegado a ser ahora, una zona completamente poblada. Al hablar de Lalo también me acuerdo de Pascual que fue propietario del Restaurante “El Ayle”. Él tenía un hermano menor, a diferencia de Pascual, él era delgado, ¿alguien se acuerda de su nombre?. Era muy amigo de Lalo Nápoles y parece que fue un buen «maestro» para él, pues Lalo mismo nos platicaba las aventuras de su maestro. El Restaurant tenía dos entradas la principal por una vereda, la otra también por una vereda pequeña por donde corría un caño del agua de riego, muy bonito. Si existiera aún lo recomendaría para un AFFAIR.

El Ayle, corresponde según entiendo a un árbol, no ubico el mismo. En ese restaurante se hizo la comida cuando salimos de sexto año, ciertamente tenia «privaditos», pero en esa época no comprendía el uso que se les pudiera dar, pero ha de haber sido padrísimo estar en privacidad con una novia.

Les voy a decir algunos momentos de fiesta y algunos personajes de mi niñez a mediados y a fines de los 50s o principios de los 60s del siglo pasado. La fiesta que más recuerdo: del pueblo los días 30 de septiembre; la semana santa, durante la cual no cabía ni un alfiler dentro de la iglesia con el viacrucis; también los días 5 de febrero en que venía el presidente con todo y su comitiva a la Escuela Superior de Guerra.

Tengo en la memoria cuando la joven y bella Sonia Hernández, hija de Don Wilfrido el carnicero (papá de “el Cofla” y “Pepe”, de Alfonso y Chole), cantaba en la XEW, en la hora del ranchero), la familia ya de regreso contaba lo sucedido, le escuche a Sonia que a ella le gustaba un cantante, que según ella era guapo, se llama o se llamó Alejandro Algara (que posteriormente escuché, que Agustín Lara había dicho que era el que mejor cantaba su canción: Granada.) En el Pueblo había un subdelegado, alto, ya grande, que tenía unos bigototes, llegaba y daba anuncios, ya lo mencione como el sheriffe, recuerdo que se llevó a las hermanas Martínez: “Mollitas”, Carmen no sé si también a Josefina, se maquillaban y se vestían de trajes típicos para ir a concursar a la Flor Más Bella del Ejido en Xochimilco.

Creo que también alguna vez se llevó a mis hermanas (Marina, Sofía, Juana, Verónica y Basilia << no sé, como no tengo muchos cuñados>>) también a concursar a Xochimilco. Del ambiente que más me gustaba era el de las fiestas patrias y el de la placita de los domingos, camino a la iglesia, no faltaban los puestos de juguetes, donde destacaban los trenecitos de plásticos y articulados con ganchitos. Las cornetas de colores patrios, unas de lámina y otras de cartón, con tiras de papel de china.

Una vez me emocionó tanto un juguete, que me propuse comprarlo pero costaba $7.50, tarde mucho para juntarlo, ahorrando en una cajita de cartón, que tenia enterrada en la huerta. < que por cierto se mojó con el agua de riego, pero la rescaté a tiempo> Hasta que completé el dinero, Les voy a decir como: de regreso de una mandado, venia de la tienda el atorón de Jesusita < tienda ubicada en la esquina de Vicente Guerrero hoy avenida San jerónimo, hay muchas cosas referentes a esta tienda, ya habrá tiempo de contar>, pues bien venia con mi pantalón de peto, en eso que pasa un camión a toda velocidad y como el piso estaba encharcado, que me mojo todito, ¡lo que es empapado¡. Detrás de ese camión pasó un coche último modelo, una señora muy elegante iba en él, ella se compadeció de mí y me llamó:- ven chato-< recuerdo perfectamente> y me regaló un PESOTE…con lo que completé, el juguete que me compré; una pistola negra de plástico que lanzaba dardos, ¡qué alegría¡ En esa época, las banquetas estaban bordeadas por tramos rectangulares de piedra labrada, el resto de las banquetas era de tierra, más bien tepetate, para que no se hiciera lodo.

Se regaban y se barrían las banquetas, y olían a tierra mojada. Cuando venían los presidentes a la Escuela Superior de Guerra conocí a varios cuando pasaban frente a la casa: Adolfo López Mateos, con su pelo quebradito.

Era una emoción cuando esperábamos al presidente, le hacíamos balla. La última vez, comentaba una compañerita de la escuela “de seguro viene en un Barracuda” (era el auto de moda, si recuerdan tenía un parabrisas posterior grande y curveado) presumo que ocasión saludé de mano al presidente Gustavo Díaz Ordaz, el recuerdo que tengo de él, es que era un hombre muy pálido, con unos dientotes grandes y amarillos, y me gustaba su vozarrón en sus discursos.

A su llegada a la Escuela Superior de Guerra sonaban los 15 cañonazos. Condecoraba a los oficiales egresados, la banda de guerra ¡qué padre se oía¡, no se me olvida que tocaban el corrido de «Juan Charrasqueado».

Otro personaje que veía mucho, era el policía del pueblo, un señor delgado ya entrado en años, traía su makinoff cruzado y su macana o tolete de plástico muy macizo. Como mi abuelita ( Rosario Romero Medina) tenía un puesto de quesadillas, ahí llegaban personas a comer, recuerdo al chofer de los jarritos -refrescos de fruta- era un hombre delgado y alto y de bigote; ahí se estacionaba el camión de gas y me daba miedo la bruja montada en una escoba que traía dibujada en las puertas; el cartero en su bicicleta, que se ponía unas laminas en la valenciana del pantalón, para protegerse de la estrella y cadena de su bici; dl cobrador de los camiones, que también se tomaba su refresco, éste último, después supimos que había muerto en un accidente, al chocar el camión, en el Puente del Rosal (no sé si sea el mismo accidente que mencionó Pedro Infante, en donde murió la «chorreada». ¿Se acuerdan de la película?). Los jóvenes de ese tiempo también llegaban a comer tacos con mi abuelita (El garrocha, Alfonso Hernández [hermano de Sonía y “el cofla”], “el Cuity”, “Goyo” Maldonado).

El camotero, pasaba con su mesita al hombro, su charola de camotes y su brochita con dulce de piloncillo, gritando ¡hay camotiiiies¡.; Otro señor, de los que venden pequeños espejitos redonditos, peines, agujetas etcétera; ¡como se me antojaban los merengues! pero nunca se mi hizo comprarme uno; los inditos que venían del rumbo de Toluca y que se quedaban a veces en mi casa. Otro personaje fue “El chicas”, era un joven del pueblo, que se la pasaba en la calle con los cuates, pero se enamoró de una vecinita, bien guapa y chapeadita, logró casarse con ella desde entonces se le veía muy temprano con sus tortitas para irse a trabajar; hasta a mi primo Josafat Heredia le dio envidia y a mí también porque era un niño precoz.

A “el chicas” no lo puedo olvidar por que el me cargó y subió detrás del tren, logrando acomodarme en el cabús, viajando por primera vez de mosca en el tren, otro señor era “el Chaquetas”, amigo de “Mollitas”, muy platicador. Los domingos eran bonitos, una señora, creo que se llamaba Eufracia y su hija María, vendía cacahuates, montoncitos en 20 centavos, más tarde en la casa de Sr Ángel Nápoles (tío de “el Chaquetas” y creo que también de mi papá Flavio), veíamos la TV, pero por los cacahuates se hacía relajo entre los niños y se buscaba al que trajera las orejas calientes, porque él era el culpable, y continuábamos viendo Teatro Fantástico con Enrique Alonso, tomando su chocolatote y su frase de despedida ¡adios amigooooos¡.

Otro personaje clásico, que lo van a recordar, era un niño delgadito morenito, vivía con su abuelita Tacho y su mamá, no recuerdo a su papá, este niño se llama «Enrique», que por delgadito, lo llamaban «el Viruta», se la pasaba lee y lee cuentos, y te lo encontrabas con un chorro de cuentos para intercambiar, los que recuerdo eran las revistas del Santo, las del Charrito de oro, Leyendas y tradiciones de la colonia, el Caballo del diablo, las Aventuras amorosas de Susy, la Doctora Corazón, Lagrimas y rizas, Chanoc, Tawa, Archí y sus amigos, Los Supersabios, la Familia Burrón , ja. ja. ja ja. no se me puede olvidar el Virutita. En fin ya platicaré de mis cuates, entre ellos Juan Manuel Martínez (“el mugrelio”), Toño “el Japonés” (esposo de Sonia hija de Nico, hermano de Malena y Cristina).

La familia Rincón (Don Lino Rincón, sus hijos: Mayo, Cristóbal, Chon, Darío) Ángel Nápoles ( papá de Gerardo, Celia, Gelo, Lupita. Esposo de Catita). La familia Maldonado (Magdaleno, Goyo, Regino, Chencho y David). Los Famosos Pelayo (güeritos, que tenían un grupo norteño, uno era radiotécnico y casi todos trabajaban en la Escuela Superior de Guerra. (hasta les hicieron un corrido). Los Plata son una familia numerosa como los Santillán Retama, que también se fueron a vivir al el Cerro del Judío, Los vecinos que alquilaban los departamentos de los Vertiz Vara. Los hijos de Echevarría (La Chiquis, Adolfo o Rodolfo, Pablito.

Recuerdo que convivíamos con ellos en la esquina de Magnolia y Av. San Jerónimo, exactamente en la llave de agua publica, que aún existe -no sé si tenga agua- y no es por presumir, pero no tenían bicicleta y nos las pedían prestada). Los Cámara, los hermanos Gustavo y Jaime, y su hermana Balkazar (a esta última por sus lentes le decían la abuelita).

Los Sosa, Los Alarcón, Don Simón Alarcón, “el Güero” “Teco”, sus papas vendían pulque). La señora Mayola (ella y su familia, entre ellos dos hermanos, uno de ellos le decían el » Checo») tenían una tortillería, por el tanque, donde está la leyenda o recuadros de Lídice. Olían a carbonato y las maquinas que tenían, eran manuales, se les daba vuelta y sacaban las tortillas cortadas y recuadros de maza al rededor de la tortilla. “Los Tarengos” (otra de las familias de gente güera, que venían de Michoacán, ya contamos, a los Salazar y a los Pelayo).

A la familia del Capitán (me parece se apellidaba Medellín) que era padre de Pancho, que por cierto lo metió de soldado a la Escuela Superior de Guerra), que vivía en una casa que le rentaba don Eligio Palomares. La familia de Celestino (dentista QEPD, que vivía en Porfirio Díaz, a un lado de los Martínez González). A la familia de Dieguita Martínez y Salvador Camacho (sus hijos, Casimiro, Leonila, Agustín, Javier, Joaquín, Carmelita -esposa de don Baldomero Pérez).

Don Baldomero todos los días repartía leche, y lo acompañaba un perro negro, con una pierna dobladita -con discapacidadLa casa de la familia Camacho Martínez, toda de adobe que la conocí perfectamente, tenía un corral anexo donde estaban las vacas, la huerta donde tenían muchos árboles de ciruelas rojas, como producían, sería porque les abundaba el abono de las vacas. Siempre tuve la curiosidad de subir al piso de esa casa, porque aunque sea de adobe, tenía un piso superior al que se subía por unas escaleras de madera. Recuerdo a Alfonso con su pelo largo, a Lolita, de la otra hermana no recuerdo su nombre.

Leonila Camacho Martínez me enseñaba a leer, no me entraban las letras y mi mamá no tuvo para llevarme a los parvulitos con el padre Lorenzo, él era quien organizaba la escuelita llamada » parvulitos», que precede los actuales Kinder. Así que sin Kinder ni párvulos, fue más difícil la primaria para mí. Una ocasión Celia Nápoles nos puso una coreografía de una polca norteña, llamada » Los Jacalitos», que bailamos en un espacio adaptado en la casa de Leonila, Casimiro, Javier, Joaquín y Agustín, y sus papás Don Salvador y la tía Dieguita, la celebración se debió al cumpleaños del padre  Lorenzo.

Calculo que los niños que íbamos a la escuelita no pasábamos de los 10 años. A lo mejor, por medio de esta red, alguien conserva una foto de aquellos momentos que aún viven en la memoria. Hasta de los perros me acuerdo, “Mollitas” tenía dos: una perra café que se llamaba “la Ginebra”, y un perro negro con manchas blancas, que tenía por nombre “el Guantes”. Otra grata vivencia la tuve de la familia Palomares, ya que Don Eligio hacía una posada los días 24 de diciembre, bien buena, con muchas piñatas y bacalao de cena.

Como ven ya son muchos años y muchos recuerdos, mi infancia entre huertas y barrancas fue muy feliz y divertida, no importa los cólicos que nos daban por robarnos y comernos los duraznos y membrillos verdes. A mí me platicaran, a reserva de investigar que mi abuelita María Rosario Romero, hija de José María Romero.

Que eran fruticultores y floricultores, tenían un puesto en el mercado de San Juan allá por los años 20s, del siglo pasado, me imagino que es el que está en el Centro por la torres de Telmex. Que les iba muy bien, y que mi tía Ricarda, hija de mi abuelita, fue la que tuvo el primer carro en el pueblo de San Jerónimo. Ahora que vea a mi prima Lupe Heredia Retama, le preguntaré si tiene fotos de ello.

Yo puedo decir que los carros más viejos, carcachitas en mis tiempos, los tenía uno de ellos mi papá, Flavio, era un chevrolito modelo 36, al que al inicio se le tenía que dar «cran» para arrancar el motor ( a lo mejor los jóvenes no sepan que es cran, es una varilla con dos ángulos a 90°, con la que se hace girar manualmente al motor, para que encienda; La otra carcachita simpática, por su cajuela, la tenia uno de los hermanos Vertiz Vara.

Yo conocí bien a Don Manuel Martínez Romero, bueno a toda la familia, y sí mi papá cuando se refería a Carmen Martinez – hermana de Porfirio- le decía Carmen “la zuava”, yo no sabía por qué, aunque no relaciono “zuavo” con Escuela Superior de Guerra, ni con sargento II.

Es cierto yo admiraba, a Don Manuel, con sus injertos, tenían unos árboles de Tejocotes, bien grandes y ricos. Igual a Ángel Nápoles, eran re buenos para los injertos. Es un oficio o carrera muy interesante, me hubiera gustado aprender esto de los injertos, y en un futuro hacer que los Olmos dieran peras (es en serio y con todo respeto).

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