Tuve la oportunidad de que me dieran a revisar para su corrección unos apuntes sobre el Pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice. En conjunto se trataba de una serie de estampas y anécdotas de la infancia de mi tío Marcos Martínez Peña. Los detalles han quedado perdidos en mi memoria, sin embargo, queda el cuadro general de un lugar con relaciones familiares y sociales muy estrechas, de un entorno natural muy agradable y donde abundaban los huertos cultivados con flores para corte y árboles frutales.
Las anécdotas de los apuntes del tío Martínez Peña giraban en torno a las costumbres y sus habitantes, cómo era el pueblo, a los ríos y cauces del agua, a los equipos de fútbol local.
La antigua comunidad gozaba de diversas celebraciones y fiestas tradicionales que les daban cohesión y sentido de identidad, sobreviven las fiestas patronales.
La vida cultural, al parecer, tenía cierta vitalidad pues contaban con grupos de jóvenes que generaban sus propias actividades artísticas y recreativas, en uno de ellos participaban mi papá, tías, tíos y amigos de ellos. Esa agrupación se llamó “Alegría de Vivir” y montaba piezas teatrales, algunas de ellas de su propia creación, me han platicado que hasta salían de gira por pueblos aledaños e incluso a provincia.
Aunque nací en 1970, me tocó un poco de aquel San Jerónimo de aire fresco y vegetación espesa producto de las labores de cultivo; una imagen tan grata que quedó atrapada en mis sueños. Grupo “Alegría de Vivir” en Tlahuelilpan, Hidalgo, entre los participantes que conozco se encuentran Guadalupe Jiménez, Darío Heredia, Ricardo Callado, Juan Martínez Peña, Graciela Martínez González, Jesús Callado, Luis Martínez Escutia y Porfirio Martínez González. el con sombrero y una camisa que el mismo estampó.
Muy pocas familias originarias permanecen asentadas en lo que aún se conserva de aquel San Jerónimo. Con bastantes trabajos, estas familias viven en modestas casas y defienden su terrenos de la especulación inmobiliaria, los cambios de uso de suelo, el alza del impuesto predial derivada de esos cambios silenciados por algunos, la deforestación, la construcción exagerada de condominios y plazas comerciales, etcétera. El San Jerónimo de hoy tiene todos los inconvenientes de la feroz urbanización. Muchos de sus antiguos pobladores son arrojados a la periferia, llena de precariedad e inconvenientes en diversos aspectos. Una gran parte de los nuevos pobladores carecen de sentido de arraigo e identidad con la comunidad. Aclaro que no estoy en contra de los movimientos poblacionales, pero sí de la forma en que mucha gente se tiene que ir de manera forzada merced a las políticas públicas instrumentadas desde las altas esferas de poder aceptadas por algunos que gustan cobijarse en sus brazos. Mi Familia Mi papá fue Porfirio Martínez González, él nació el 12 de septiembre de 1930 y murió el 24 de enero de 1994, él me comentó que el 25 de mayo de 1927, en plena época de persecución cristera, contrajeron nupcias sus padres, Anastasia González Ramírez y Manuel Martínez Romero, lo hicieron en lo más profundo de un huerto de San Jerónimo situado muy cerca de la iglesia y que era propiedad de Don Pedro Reynoso. Mi abuela era hija de Antonia Ramírez y José Concepción González, quienes vivían en Puente Sierra, cerca de la antigua fábrica de hilados y tejidos de algodón, la que estaba donde hoy es un gran centro comercial, pero provenían de San Luis Potosí y, al parecer, tenían algún parentesco con Francisco González Bocanegra, autor de la letra del himno nacional mexicano. Mi abuelo fue hijo de Guadalupe Romero Alarcón y Porfirio Martínez, ambos eran originarios desde algunas generaciones atrás de San jerónimo. Del matrimonio de Anastasia y Manuel nacieron, en el siguiente orden: Lucía, Porfirio, Graciela, Carmen, Josefina,
La autora del escrito dando los primeros pasos en la huerta “Los Canónigos” en 1971, entre gladiolas, crisantemos, tejocotes y rosales.
Como era costumbre, la madre de familia se encargaba de la educación y cuidado de los hijos y de las labores del hogar; mientras que el padre era el que sostenía económicamente a la familia prestando sus servicios en un taxi de su propiedad, después fue chofer del director de la Escuela Superior de Guerra.
La familia vivió todo el tiempo en San Jerónimo, pero cambió de casa en dos ocasiones dentro del mismo pueblo. Esta familia tenía muchas características que compartía con la comunidad, pero también muchas particularidades. Manuel Martínez Romero fue militante de un sindicato anarquista y al parecer si tenía esa ideología, ya que mi papá recibía testimonios de contemporáneos de mi abuelo que lo describían como “muy especial”, ya que no compartió, por ejemplo, la idea de pelear por el ejido, él argumentaba que esa tierra no serviría para las labores agrícolas; sin embargo, en años recientes, mi hermano Manuel descubrió en los archivos agrarios que, quienes así lo describieron, lo anotaron sin su consentimiento como peticionario de ejido y de su ampliación.
Mi abuelo también gustaba de escuchar un programa radiofónico dedicado a la cultura árabe; y cultivó gran amistad con un japonés que vivía en Puebla, con quien intercambiaba semillas, camotes y púas para injertar árboles con especies frutales de calidad. También era notable su habilidad pictórica, mis tías y tíos dicen que dibujaba bastante bien. Esta habilidad la heredó a mi papá. Porfirio Martínez González sólo concluyó el 4º grado de los estudios primarios; sin embargo, esto no obstruyó su asistencia regular a la Academia de San Carlos. Ya había demostrado desde su niñez mucha habilidad para las actividades manuales y artísticas, así como mucho ingenio y creatividad en la elaboración de sus propios juguetes y en la presentación de sus trabajos. Tiempo después, asistiría a los talleres de artes plásticas organizados por el IMSS en la Unidad Independencia, colindante con nuestro Pueblo San Jerónimo Aculco Lídice.
Además de su amor por las artes plásticas, tanto pintura como escultura, componía canciones estilo bolero y ranchero, participaba junto con sus hermanas y otros jóvenes de la comunidad en el grupo “Alegría de Vivir” que llegó a representar sketchs y obras de teatro en otros pueblos, como Topilejo o Tlahuelilpan Hidalgo. En esas obras, además, mi papá elaboraba las escenografías, otras personas más, como mí tía Leonila Camacho participaban en la hechura del vestuario.
Remedios Ruiz Flores ha comentado que mi papá impulsaba a quienes como ella asistían a la primaria para preparar festivales artísticos en honor de las madres y de los maestros, recuerda que en una ocasión él se encargó de conseguir quien ayudara con el vestuario, aunque fuera de papel crepe, aquella vez el festival se realizó en el restaurante “El Paraiso”, que era de la propiedad del Sr. Luis Domínguez, el que estaba en la esquina de las calles Galeana y Morelos. Mi padre también ponía su empeño y dedicación en el cultivo de plantas ornamentales y árboles frutales. De manera asalariada practicó la jardinería en el huerto de su patrón Fredy Romero, un actor que apareció esporádicamente en diversas películas, para quien también trabajó como chofer. Más tarde, trabajo algunos años en Ixtapaluca con el señor Russell Davis en el estampado artesanal de telas para los uniformes de las meseras de Sanborns y para otros clientes. Este trabajo lo continuó independiente desde 1962 en San Jerónimo, junto con un socio, hasta un par de años antes de morir.
Algunos aspectos interesantes de la personalidad de Porfirio Martínez González fueron su sencillez en el trato y su participación en asuntos de interés para la comunidad, como la limpieza de los cauces por donde pasaba el agua de riego procedente de los dinamos para los huertos de San Jerónimo, la organización de la fiestas patronales y, más tarde, en el área de sus creencias personales, llevando la comunión a los enfermos de la comunidad católica del pueblo. El 30 de julio de 1960 se casó con Elisa Salazar Dueñas, originaria de Tanhuato, Michoacán. Del matrimonio nacimos, en ese orden: Manuel, María Guadalupe, Felipe, Rosa María, Virginia y Raquel. Con ella compartió gustos musicales e incluso ella cantaba muy bien algunas composiciones de mi papá. Con mi mamá también compartió creencias y valores propios del catolicismo.
De toda la obra de Porfirio Martínez realizadas en barro, madera, tela, acuarela y otros materiales y técnicas, son conocidas las realizadas para la parroquia de San Jerónimo: el marco de madera de una vitrina con manos entrelazadas, unos señalamientos para el atrio, un burro tallado en madera de tamaño natural, una placa de barro en la torre del campanario y una Virgen de Guadalupe labrada en madera, también de tamaño natural, la que se ubica en la capilla abierta y que realizó junto con mi hermana Rosa María. Esta obra la hicieron por encargo de la Comisión de Festejos y la Asociación de Vecinos Nativos del Pueblo de San Jerónimo Aculco Lídice. Porfirio Martínez González alcanzó en la muerte a mí mamá seis años con 43 días después de su partida, murió a la edad de 64 años, tras sufrir un coma diabético; una muerte precipitada que causó sorpresa entre nosotros, sus familiares y amigos.
Mi mamá nació en 1937 y murió 50 años después. Mi Árbol Genealógico Si uno investiga el propio árbol genealógico encontrará que muchos apellidos de los habitantes originarios están emparentados. En busca de raíces, importantes para mi propia identidad, fue que empecé este esbozo de árbol genealógico con la ayuda de mi papá que me dio muchos datos y también me contó anécdotas ligadas indisolublemente a ellos. En este árbol sólo incluyo algunas líneas de la rama paterna porque es la que me emparenta con familias originarias de la comunidad, destaca el hecho de que la memoria y la información a mi alcance llega hasta el nivel de los papás de mis tatarabuelas. Al mirar el esbozo que presento, otros tal vez puedan completarlo o simplemente encontrar hasta dónde se hunden y extiendan sus raíces.